Lectura: Salmos 65:1-8

Cada día nos llegan muchos correos con peticiones de oración de muchas personas alrededor del mundo, algunas nos cuentan sobre sus necesidades de conseguir trabajos, otros por su salud, o la de sus familiares o alguien especial en sus vidas; otros piden poder encontrar una buena pareja para envejecer acompañados, muchas personas nos hablan de su arrepentimiento por pecados cometidos, entre otras cosas por las que nos piden orar, lo cual con mucho gusto hacemos.  A todas ellas respondemos indicando que estaremos orando con ellos.

Pero, ¿escuchará Dios esas peticiones sinceras?  El autor de Salmos 65:2 estaba seguro que esto es así: “Tú oyes la oración…”.  Ya sea que oremos en silencio, en voz alta o que escribamos en papel nuestras peticiones al Señor, todas las oraciones son escuchadas por Él.

No obstante, también es una verdad que Dios no contesta a cada oración, o por lo menos no contesta de la forma en que nosotros quisiéramos, ya que muchas veces nuestras oraciones tienden a ser egoístas (Santiago 4:3), o quizás la vida pecaminosa que estamos llevando obstruye nuestra comunión con el Señor (Salmos 66:18).

Más que darnos lo que deseamos, Dios conoce lo que en verdad requerimos, y desea que disfrutemos del gozo de su presencia día a día.  Debido a nuestra relación con Él, orar se convierte en una forma natural de comunicarnos y tener una relación más estrecha, razón por la cual, la oración no debe convertirse en una lista interminable de cosas que deseemos tener.

  1. Dios en su sabiduría escucha todas las oraciones, y en su gracia responderá acorde con nuestras verdaderas necesidades, suplirá del perdón si fuera necesario y traerá salud y refrigerio de acuerdo con su perfecta voluntad.
  2. Dios escucha más que nuestras palabras, escucha lo que verdaderamente dice nuestra mente y corazón.

HG/MD

“Tú oyes la oración; a ti acudirá todo ser”. (Salmos 65:2)