Lectura: Lucas 9:57-62

La mayoría de nosotros ha oído las siguientes palabras: “Lo haré en un minuto, pero primero tengo que…”  Muchas veces nuestro Padre Celestial también ha recibido la misma respuesta de sus hijos e hijas. Lo triste es que hemos oído esta frase no sólo de otros, sino que la mayoría de nosotros la ha usado una o más veces en su vida.

Una vez, mientras estaba ocupado realizando tareas de mantenimiento en mi casa, recordé que había quedado en reunirme en una cafetería cercana con un joven de mi iglesia local, para hablar sobre un problema que tenía; pero, al ver las cosas que aún debía hacer en mi casa, tuve el deseo de cancelar la reunión con el joven y terminar el trabajo pendiente.

Sin embargo; algo me seguía incomodando y me decía a mí mismo: “No, mejor voy a darme prisa para terminar este trabajo y luego iré a reunirme con el joven, puedo trasladar la hora”.

Fue una verdadera lucha contra mi voluntad, y pensé nuevamente en las palabras estresadas de aquel joven quien quería que nos reuniéramos, e imaginé qué hubiera hecho Jesús en aquella situación. Inmediatamente mi mente se aclaró y supe lo que debía hacer, dejé lo que estaba haciendo pues sabía que al día siguiente podía continuar con el trabajo, pero la necesidad de aquel joven era apremiante.

Nos reunimos, y al final de la charla que tuvimos el joven me comunicó su problema, le di mi consejo y nos reunimos un par de veces más; posteriormente este joven le entregó su vida a Jesús como Su Señor y Salvador.

  1. En nuestra lectura devocional en Lucas 9, el Señor nos ensenó que algunas actividades pueden esperar, pero hoy existe una cosecha lista para la siega que no puede esperar.
  2. La obediencia retrasada está demasiado cerca de la desobediencia.

HG/MD

“Habiendo purificado la vida de ustedes en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, ámense los unos a los otros ardientemente y de corazón puro” (1 Pedro 1:22).