Lectura: Lucas 12:13-21

En el mundo en que vivimos tenemos muchos símbolos que indican nuestra “valía”; para algunos son: nuestra forma de vestir, tener el teléfono inteligente más reciente, contar con muchísimos seguidores en redes sociales, o poseer una cuenta bancaria con mucho dinero, entre otros muchos. Las personas han llamado a eso: “prosperidad”.

En verdad existe una ansiedad insaciable en muchos individuos por este tipo de cosas o símbolos de estatus; cuando los buscan con desesperación, lo que en realidad muestran es inseguridad, y tratan de suplir este vacío con un estatus temporal y pasajero.

La Biblia es muy clara al definir el comportamiento que busca más y más cosas, lo llama: “avaricia”.  Jesús les advierte a sus seguidores acerca de la avaricia, contándoles la historia de un hombre rico.

El problema de este hombre rico no era que tuviera abundancia de cosechas extraordinarias o que decidiera construir depósitos más grandes y llenarlos con esas cosechas (Lucas 12:16-18), su problema en realidad era que invertía toda su existencia en sus posesiones (v.15).

La seguridad de este hombre se basaba en los bienes materiales y no en ser “rico para con Dios” (v.21).  Rechazar conscientemente los principios de Dios como base para la vida, lo convertía en un tonto quien al igual que muchos estaba viviendo para el momento, él tenía su mirada puesta tan sólo en un futuro inexistente (v.19-20).

  1. El propósito de la vida no puede estar basado en la adquisición de bienes, la única forma en la cual encontraremos verdadera satisfacción es invirtiendo nuestra vida en los asuntos eternos.
  2. Cuando no tenemos propósito, nuestra vida completa es un despropósito.

HG/MD

“Y les dijo: Miren, guárdense de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (Lucas 12:15).