Lectura: Eclesiastés 2:1-11

A la mayoría les encantan los días soleados y cálidos, y ese era el caso de Jorge y Carlos, quienes eran un par de amigos que vivían muy cerca de la playa.  Los fines de semana, cuando podían, tomaban su viejo automóvil y salían rampantes con dirección a las olas.

Pero un día, el día amaneció nublado y un tanto frío, pero el pronóstico de olas era bueno y quizás saldría el sol en algún momento del día.  A pesar del día nublado, Jorge quería ir, sin embargo, Carlos no, así que fue sólo a surfear.  Hacía tanto frío que cambió varias veces de zona de surf buscando un vacío en las nubes, pero cada vez que llegaba, rápidamente se desvanecía el sol tras ellas.  Al darse cuenta de lo inútil que era buscar el sol, finalmente se dio por vencido porque nunca consiguió lo que quería.

Hace ya muchos años, el rey Salomón se embarcó en otro tipo de búsqueda que no pudo satisfacerlo (Eclesiastés 2:1).  En los siguientes 11 versículos de este capítulo, Salomón hace un recuento de su búsqueda tras la alegría, la risa, el vino, la sabiduría, las casas, los jardines, el dinero, las posesiones y la música.  Pero la conclusión de toda esta búsqueda fue que: “todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol” (Eclesiastés 2:11). 

Todas las búsquedas que realizó lo llevaron al mismo lugar, a la frustración y la insatisfacción, por que todo era “vanidad de vanidades” (Eclesiastés 1:2).  Así que, con sabiduría concluyó diciendo: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre (12:13)”.

  1. ¿Estás persiguiendo algunas de las cosas que buscó Salomón?  Te llevarán al mismo lugar que a él, y terminarás deprimido.
  2. Lo único que verdaderamente te producirá satisfacción es conocer y obedecer a Dios.

HG/MD

“La conclusión de todo el discurso oído es esta: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre (Eclesiastés 12:13)”.