Lectura: Juan 14:25-31

Annie entró al consultorio del fisioterapeuta sabiendo de antemano que experimentaría bastante dolor.  Así que, luego de sentarse, expuso su pierna derecha la cual estaba lesionada a causa de un accidente que había sufrido hacía algunos meses; los primeros ejercicios fueron muy dolorosos, pero conforme fue avanzando la sesión el dolor empezó a disminuir.  Ya casi al final, el fisioterapeuta le dijo: “Bueno, ya puedes ir relajándote, ya casi terminamos, creo que pronto estarás totalmente recuperada”.

Al analizar las palabras del fisioterapeuta, pienso que también se pueden aplicar perfectamente al resto de nuestra vida.  Debemos entender que nuestro paso por esta tierra es temporal y cada día que vivamos nos acerca más y más a nuestro hogar celestial.

También, al leer nuestra lectura devocional nos encontramos con que, a medida que la muerte de Jesús se acercaba, Él sabía que sus discípulos tendrían que aprender esta dura lección.  Pronto enfrentarían un tiempo de gran agitación y peligro.

Por esta razón, para animarlos el Señor les reveló que pronto les enviaría al Espíritu Santo para que viviera en ellos, y para que les recordara todo cuanto Él les había enseñado (Juan 14:26); por eso les dijo: “La paz les dejo, mi paz les doy. No como el mundo la da yo se la doy a ustedes. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (v.27).

En la vida sobran las razones para estar tensos.  Pero también, esos son buenos momentos para ejercitar nuestra fe y confianza en Dios, para tener presente que el Espíritu Santo mora en nosotros ofreciéndonos su paz.

  1. Detente y recuerda, si has puesto tu fe en la obra redentora de Jesús, puedes estar seguro de que Espíritu Santo está ahí a tu lado para que no se turbe tu corazón.
  2. Piensa más a menudo en el Espíritu Santo, pídele que te guíe y que puedas tener tranquilidad en tu andar.

HG/MD

“La paz les dejo, mi paz les doy. No como el mundo la da yo se la doy a ustedes. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).