Lectura: Job 22:1-30

Es normal que al pasar por tiempos de prueba y adversidad,  sintamos culpa y percibamos que algo anda mal debido a un error que cometimos.  Si bien es cierto siempre es bueno hacerse un autoexamen con completa honestidad, no debemos recriminarnos constantemente por nuestras faltas y fracasos pasados, si ya hemos pedido perdón a Dios por ellos y en su momento también pedimos perdón a las personas que herimos.

Tampoco debemos dejar que otros traten de hacernos sentir culpables, recordándonos errores pasados cuando pasamos por momentos problemáticos.  Ese fue el error de los amigos de Job, en este caso el de Elifaz, aunque acertó al decirle a Job que cuando hacemos lo correcto, sólo estamos haciendo lo que Dios requiere y por tanto no deberíamos esperar alabanza, ni recompensa de parte de Dios (Job 22:3). Esto muestra que Elifaz tenía un conocimiento de las normas morales basadas en el conocimiento de Dios; sin embargo, se equivocó al insistir en que el origen de los problemas de Job, era el resultado de su propia maldad (Job 22:5).  También cometió un error al asegurarle que Dios lo bendeciría y le daría alivio inmediato si se arrepentía del “error” que estaba cometiendo.

La mayoría de nuestros problemas son el resultado de nuestros propios errores; pero, nunca debemos olvidar que Dios usa esas pruebas para que aprendamos lecciones valiosas para nuestro crecimiento, y también nos prepara para poder ayudar a otros cuando enfrentan problemas similares.  El mismo apóstol Pablo, confirma este principio al escribirnos en 2 Corintios 1:3-4, que Dios le consolaba en sus pruebas para que él pudiese consolar también a otros.

  1. La vida siempre estará llena de circunstancias y pruebas; cuando se nos presenten, no concluyamos de inmediato que son por culpa de un pecado. Oremos al Señor y pidamos su guía y consuelo para entender cuál es el origen de esos problemas; si después de hacer ese autoexamen no hayamos un origen, pidamos a Dios fortaleza para no desfallecer y confiar aún más en que Dios tiene todo el control de su plan perfecto.  Con ello seremos capaces de ser de ayuda, cuando otros enfrenten problemas o cuando tengan que esperar con esperanza en la misericordia del Señor.
  2. Dios puede transformar las pruebas en triunfos.

HG/MD

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación”  2 Corintios 1:3-4