Lectura: Salmos 119:14-24

Mientras realizaban una limpieza en el ático de la antigua casa de sus abuelos, Martin encontró una vieja caja que tenía un candado para proteger su contenido. Luego de algunos forcejeos logró abrirla, y para su sorpresa se encontró con algunas cosas que había almacenado con mucho cuidado su abuelo Luis.

Dentro de lo que encontró estaba una carpeta que contenía unas viejas hojas amarilleadas por el tiempo que habían estado guardadas, estas hojas contenían las memorias de su abuelo quien las había escrito, pero nunca se animó a publicarlas o mostrárselas a otros.  Al verlas las leyó y le gustó mucho lo que había escrito su abuelo, fue entonces que decidió publicar el gran tesoro que había encontrado, de manera póstuma, en honor a aquel hombre a quien llamaba abuelito Luis.

Cada día, tú y yo estamos escribiendo la historia de nuestras vidas por lo que decimos y hacemos. ¿Estamos usando la gran, pero a menudo descuidada, riqueza de la Biblia? El salmista escribió: “Me he gozado en el camino de tus testimonios más que sobre toda riqueza… Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmos 119:14,18).

La Biblia es el testimonio escrito a través del cual llegamos a conocer a Jesucristo, “En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3). Sus verdades están a disposición de todos nosotros.

Una vida bien vivida se relaciona directamente con una Biblia bien leída. Mientras vivimos la historia de nuestra vida, asegurémonos de aprovechar el tesoro de la Palabra de Dios cada día y de compartirla con otros.

  1. ¿Lees tu biblia a diario?  ¿Compartes lo que lees con otros?
  2. ¿Qué aprendiste esta semana en tus lecturas bíblicas, y sobre todo, cómo has puesto en práctica los principios que aprendiste esta misma semana?

HG/MD

“Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras” (Salmos 119:16).