Lectura: 2 Corintios 5:11-21

Cuando era joven un amigo me dijo que quería llegar a ser embajador del país, y aunque nunca alcanzó esa meta, si llegó a ser un embajador de otro tipo en una tierra muy lejana de su verdadero hogar.

Con el tiempo entendí que yo también era un embajador, al igual que mi amigo quien con los años conoció a Jesús, con lo cual se convirtió en Su embajador, al igual que todos los que hemos puesto nuestra fe en Él.

El apóstol Pablo nos dice que nuestra ciudadanía verdadera como creyentes está en el cielo (Filipenses 3:20).  El Señor nos ha hecho una nueva criatura y junto con ello nos ha reconciliado (2 Corintios 5:17-18).  En tanto estemos en este mundo, Jesús nos ha hecho sus embajadores (2 Corintios 5:20), en medio de un mundo perdido y desesperado, con muchas personas a nuestro alrededor que no desean que cumplamos nuestra misión.

¿Qué implica ser embajador de Jesús?  Primeramente, somos sus representantes en este mundo (2 Corintios 2:17), segundo hemos de comunicar a otros las bondades de nuestro reino, para que se reconcilien con nuestro Rey y Señor (2 Corintios 5:17-18), y al igual que nosotros lleguen a ser ciudadanos del reino de Dios al cual pertenecemos (Apocalipsis 11:15).

  1. Nuestra labor como sus embajadores es muy importante, y es un privilegio no merecido tener nuestra ciudadanía en los cielos.
  2. Nuestra ciudadanía en los cielos define nuestras responsabilidades aquí en la tierra.

HG/MD

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Corintios 5:20).