Lectura: Isaías 9:1-7

Acabamos de pasar una semana recordando desde su entrada triunfal en un pollino, con multitudes literalmente gritando: “¡Hosanna, al Hijo de David!” (Mateo 21:9), hasta su crucifixión donde las mismas multitudes que le alababan ahora exigen: “De nuevo gritaron: ¡Crucifícalo!” (Marcos 15:13).  Muy pocos en ese momento le reconocieron como aquel a quien Isaías 9:6 describe como: “…Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

Si alguien merece esos nombres o adjetivos es Jesús.  Él es Admirable Consejero, a diferencia de los reyes de este mundo, Jesús tiene una sabiduría divina superior a la humana (Mateo 13:54).   Dios fuerte, es más que un guerrero que  gana victorias militares, Jesús ganó la batalla más importante de todas, la batalla contra el pecado (Rom.6:23).  Padre Eterno, el Mesías es Padre de su pueblo, le cuida y disciplina cuando es necesario (Hebreos 12:6).  Príncipe de Paz, trajo a sus seguidores la paz que el mundo nunca les dio (Fil. 4:7).

Profundicemos un poco en esta característica: Admirable Consejero; su amor por nosotros lo llevó a darnos la luz del cielo en un mundo de tinieblas, por medio de las palabras más sabias que el mundo ha oído.  Su nacimiento fue admirable, así como su vida de servicio.  Admirable fue su muerte voluntaria, y más asombrosa fue su resurrección y posterior ascenso.

Un escritor lo ha descrito de la siguiente manera: “En Cristo tenemos un amor que no se puede sondear, una vida que nunca podrá morir, una paz que no se puede comprender, un descanso que no se puede alterar, un gozo que no puede disminuir, una esperanza que nunca será defraudada, una gloria que no se puede empañar, una luz que no se puede apagar, y un recurso espiritual que no se puede agotar.

  1. Somos bienaventurados los que a pesar de la distancia en el tiempo, pudimos reconocer en Cristo, al Salvador que necesitábamos.
  1. Jesús es más admirable y maravilloso aún, que todo lo que puedas imaginar y creer de Él.

HG/MD

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).