Lectura: Hebreos 12:1-3

Todos los que vivimos en este mundo tenemos pies de barro y siempre existe la posibilidad de que, debido a ello, podamos caer o ensuciar a otros, esto desgraciadamente también les ocurre a muchos líderes espirituales en quienes las personas ponen sus ojos, en lugar de fijarlos en Dios.

Hasta que como creyente te des cuenta de que tu atención sólo debe centrarse en Jesús, vas a seguir decepcionándote a ti mismo y a otros.

Al predicador escoses John McNeil (1854–1933) le gustaba mucho contar la historia de una joven águila que se había criado en una bandada de pollos.  La imponente águila estaba fuera de lugar y nunca había aprendido a volar.  Un día un hombre pensó que podía enseñarle a volar al igual que algunas aves les enseñan a volar a sus polluelos, por lo que intentó tirarla hacia arriba en el aire.  Pero cada vez que el pájaro subía por los aires, su mirada estaba puesta en la tierra y caía al suelo.  Entonces tuvo una idea, le levantó la cabeza al aguilucho, lo dejó vislumbrar el sol brillante por encima de él, y con eso fue suficiente, el águila sacudió sus alas, luego, levantó la cabeza con un chillido, saltó de su mano y comenzó a elevarse más y más alto hasta que se perdió de vista de cara al sol.

A pesar de que esta es una historia ficticia, lo que sí es verdad es que muchos creyentes se encuentran en un estado similar. Tienen sus ojos en las cosas de esta tierra y en otras personas, por lo tanto, no vislumbran su verdadero destino.  En cambio, si elevaran su mirada hacia Jesús, elevarían las alas de su espíritu a los niveles más altos de madurez espiritual y bendición.

  1. El Señor te dio el ejemplo de cómo debes poner tu mirada en el Padre aun a pesar de las situaciones adversas, y por supuesto, en la última semana de su ministerio terrenal, Jesús tuvo toda una serie de circunstancias que harían retroceder a la mayoría, incluida una de las muertes más terribles de la antigüedad, la crucifixión.  Sin embargo, Jesús se mantuvo viendo a Dios y fue aún más allá, perdonando incluso a quienes habían cometido aquel crimen tan atroz.
  2. ¿Y tú, dónde tienes puesta la mirada, en el suelo o en lo alto?

HG/MD

“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).