Lectura: Lucas 6:27-38

La persona que pueda amar a sus enemigos debe ser considerada como revolucionaria.  La historia de un joven universitario ilustra perfectamente este principio, ya que en contra de su voluntad se convirtió en un revolucionario de este tipo.

Este joven le pidió al Señor que le diera un ministerio para sentirse útil en la obra de Dios durante los meses de verano que no tenía clases.  Se puso en contacto con varias organizaciones, pero en ninguna había espacio disponible en esos días.  Así que finalmente decidió aceptar la oferta de un amigo quien tenía una empresa de autobuses de transporte público.

Sus días eran algo más que interesantes, pues en el autobús se subían personas de todo tipo y condición, desde amas de casa, niños, ejecutivos apresurados, pero en especial estaba muy preocupado por unos jóvenes que pertenecían a una pandilla local, ellos no le pagaban el pasaje y lo amenazaban constantemente.  Un día de tantos lo sacaron del autobús, le robaron sus pertenencias y lo golpearon hasta dejarlo inconsciente.  Mientras se encontraba en emergencias sentía una amargura y odio hacia estos muchachos y hacia Dios; por lo cual pronunció las siguientes palabras: “Señor, yo te oré por un ministerio para servirte y lo único que me has dado es este horrendo trabajo y una golpiza”

El joven fue a los tribunales de justicia y puso una denuncia en contra de aquellos jóvenes, producto de lo cual fueron arrestados y llevados a juicio; todo hacía pensar que muy pronto serían declarados culpables.  No obstante; algo pasó durante las largas horas del juicio, Dios empezó a tocar su corazón y empezó a sustituir la ira por compasión y amor.  Antes de que el juez dictara su sentencia, el joven pidió la palabra, y lo que dijo dejó pasmados a quienes escuchaban, pidió al juez poder cumplir la sentencia en lugar de estos jóvenes.  El juez, igual de asombrado que todos los demás, rápidamente le respondió: “Eso no es precedente”, el joven replicó: “¡Si existe un caso en el que pasó esto!”.  El joven le explicó a la audiencia, juez, abogados y acusados, que Jesús había hecho esto por cada uno de ellos y por supuesto por él.

La petición del joven fue denegada, pero empezó a visitar a estos jóvenes en prisión y vio como la mayoría de ellos aceptaban el regalo de Dios, su salvación.

  1. Cuando haces algo por quienes no lo merecen, estás siendo revolucionario.
  2. Amar a un amigo es natural, amar a un enemigo es algo que muestra que eres un seguidor de Cristo.

HG/MD

“Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).