Lectura: Filipenses 2:1-11

Nos encanta y nos alegramos cuando tenemos la oportunidad de compartir con quienes nos agradan.  No obstante, no siempre nos rodean personas así, algunas de ellas pueden resultarnos sencillamente muy difíciles de tratar, incluso alguien dijo una vez: “¡Cuánto más conozco a la gente, más amo a mi perro!”

Aunque quizás esta sea una declaración un tanto brusca, cuando una relación interpersonal nos entristece tendemos a culpar a la otra persona.  Entonces, eso nos da la excusa perfecta para querer estar siempre con quienes nos agradan.

El apóstol Pablo nos pide en Filipenses 2 que el amor sea él que nos motive a vincularnos con nuestros hermanos en Cristo. Es más, nos insta a estar “unánimes, pensando en una misma cosa” (v.2), a buscar “los intereses de los demás” (v.4) y a tener “esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús” (v.5).

Pensemos por un segundo: Jesús renunció a sus derechos y privilegios por nosotros, y decidió vivir como siervo y ofrecerse como el sacrificio supremo para que tuviéramos una comunión gozosa con Él (ver Hebreos 12:2). Lo hizo a pesar de lo complicados y difíciles que somos (ver Romanos 5:8).

  1. Debemos cambiar nuestra actitud hacia las personas que no nos agradan tanto, después de todo Jesús no tuvo problemas en amarnos a pesar de nuestra manera de ser.
  2. La próxima vez que estés con alguien difícil de tratar, pídele al Señor que te ayude a encontrar una forma de transmitirle su amor, quizás nunca seas su amigo, pero si le puedes mostrar que hay una manera diferente de vivir en Cristo.

HG/MD

“Completen mi gozo a fin de que piensen de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa” (Filipenses 2:2).