Lectura: 2 Corintios 9:10-15
Sin lugar a duda algo de lo que más recordamos de estos días son las reuniones como familia y con amigos para abrir los regalos que se entregan en usuales y alegres intercambios, y por supuesto es también un buen momento para leer juntos la historia del nacimiento de Jesús.
Estos momentos son un buen recordatorio de que no nos hacemos regalos para ver quién hace el mejor regalo, sino como una forma de reflejar el máximo Don de amor de Dios hacia nosotros.
Mientras volvemos a leer la historia de los ángeles, los pastores y la escena del pesebre, nuestra esperanza es que la grandeza de lo que el Señor hizo aquella noche, cuando literalmente entró en este mundo encarnándose como uno de nosotros, se vuelva a dar muy pronto para estar para siempre con Él.
Nada puede o podrá compararse con el regalo que Dios nos ha dado en su Hijo; una realidad que hace eco de las palabras de Pablo a la iglesia de Corinto: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).
La buena voluntad del Padre de enviar a su Hijo para que nos rescatara es un presente que las palabras no pueden expresar en toda su plenitud. Este es el regalo que celebramos al recordar la natividad, ya que la Persona de Cristo es más importante que cualquier otra cosa.
- Te damos gracias, Señor, por venir a rescatarnos; eres el mejor de los regalos.
- Te damos gracias, Señor, porque podemos compartir con otros el regalo de la salvación.
HG/MD
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).
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