Lectura: Juan 1:10-18

Una joven mujer sufrió un terrible accidente automovilístico y como resultado perdió mucha sangre, su rostro había perdido color y estaba blanco como la tiza, así que cuando llegó al hospital la estaban esperando urgentemente con bolsas de sangre para realizarle varias transfusiones.

Al llegar al hospital, de inmediato un grupo de emergencias tomó el brazo de la mujer y empezó a realizar el procedimiento. Poco a poco su pulso se hizo más fuerte y sus mejillas y labios se llenaron nuevamente de color.  Luego de un par de horas abrió sus ojos y preguntó dónde estaba y qué le había sucedido.  Después de estar tan cerca de la muerte se había recuperado debido a que había recibido lo que necesitaba.

Esta historia nos ilustra un principio de las Escrituras; al igual que la joven todos tenemos una gran necesidad, estamos separados de Dios a causa del pecado, y sin alguien que nos rescate nuestro futuro se torna terrible.

Sin embargo; gracias a Dios, Jesús llegó para pagar con su vida el precio que había por nuestro pecado; gracias al derramamiento de su sangre en la cruz, ahora tenemos la posibilidad de ser perdonados y de tener acceso a la vida eterna (Juan 1:12; Hebreos 9:13-14; 1 Juan 1:7).

  1. Solamente en Jesús encontramos el regalo de la vida eterna; pero no te equivoques, no es un regalo de poco valor, es el más valioso de todos pues de Él mana la vida.
  2. Tú también puedes ser un instrumento de la paz de Dios y dar a otros lo que necesitan.

HG/MD

“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).