Lectura: Lucas 2:1-14

De acuerdo con una vieja historia, un himno de Navidad llevó la paz a un campo de batalla.  Se dice que esto ocurrió el día de nochebuena durante la guerra Franco Germana (1870-1871), cuando ambos bandos estaban enfrentados en sus trincheras de combate.

En medio de toda aquella imagen de odio y dolor, de repente un soldado francés hizo algo inesperado; con todo lo que daban sus pulmones empezó a cantar el himno “Santa la Noche”.  Los sorprendidos soldados alemanes detuvieron su ataque y en ese momento uno de ellos dio un paso adelante y empezó a cantar: “Del cielo a la tierra vengo”.

Al menos durante unas pocas horas se abrió un periodo de paz entre ambos ejércitos, y la paz se hizo sentir y los hombres que tan sólo hacía unas horas deseaban matarse mutuamente, ahora compartían Su buena voluntad.

Tomemos un momento para repasar lo que dice este himno: “Santa la noche…el mundo envuelto estuvo en sus querellas”, ¿quién sino los soldados que sufren las consecuencias de la guerra con todos sus males, pueden apreciar el poder de la paz que sólo proviene de Dios?

Un rayo de esperanza era todo lo que deseaban aquellos hombres en aquella fría noche de invierno.  Esperanza es lo que obtenemos como resultado de aquel momento, “la noche en que nació el Salvador”.  Gracias a Él, tenemos acceso a un gozo que no se apaga (Fil. 4:4).

  1. Aunque no estemos en medio de un conflicto físico, todos en algún momento nos enfrentaremos a las batallas de la vida diaria, y al igual que los soldados de la historia, podemos dejar que la paz de Dios se apodere de nuestros corazones y reine en nuestra vida todo el año (Filipenses 4:7).
  2. Dios vino a esta tierra para que pudiéramos tener acceso a Su paz.

HG/MD

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).