Lectura: Deuteronomio 8:1-10

Ese camino lo había recorrido en cientos de ocasiones. Esa noche luego de que su auto decidió dejar de funcionar, pensó para sí, “tan sólo son unos kilómetros más los que faltan para llegar a mi casa”.

Empezó a caminar. Su casa estaba ubicada en un pequeño valle detrás de unas montañas del desierto de Nevada; decidió tomar un desvío que creía conocer, pensando que se ahorría al menos media hora de caminata, por lo que lleno de confianza siguió su camino. Luego de unas horas, cerca del amanecer, entendió que se había perdido en el desierto.  Se detuvo y decidió volver sobre sus pasos hasta que volvió a dar con el camino del cual se había apartado.

Después de una hora más caminando, llegó exhausto a su casa y le dijo a su preocupada esposa: “Poco a poco comprendí una de las cosas más importantes que me enseñó el desierto; salir del sendero y entrar en él es renunciar a la ilusión del control”.

Los seres humanos en general tenemos la ilusión de que manejamos nuestro destino y esa es una idea a la cual nos aferramos con todas las fuerzas.  Más cuando Dios nos lleva por medio de un desierto, aprendemos que nuestra única esperanza descansa en Él.

Luego de permanecer 40 años en el desierto, con la tierra prometida finalmente ante sus ojos, Moisés hizo un recordatorio necesario a su pueblo y los desafió con las siguientes palabras: “Él te humilló y te hizo sufrir hambre, pero te sustentó con maná, comida que tú no conocías ni tus padres habían conocido jamás. Lo hizo para enseñarte que no solo de pan vivirá el hombre, sino que el hombre vivirá de toda palabra que sale de la boca del Señor” (Deuteronomio 8:3).

  1. Puede ser que te encuentres pasando por uno de los tantos desiertos que enfrentarás en la vida, y que seas el culpable de estar en esa situación por haberte salido del sendero trazado. Te quiero recordar que hoy es el momento para que vuelvas tus ojos a Dios y comprendas que dependes de Él 100%.

 

  1. En todo desierto de prueba, Dios siempre tendrá un oasis de consuelo esperándote.

HG/MD

“Pero él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).