Lectura: 1 Juan 2:12-17

Durante la Primera Guerra Mundial, un comandante de la Marina Imperial fue a Londres para recibir una capacitación sobre como volar un dirigible que Rusia recientemente le había comprado a Reino Unido.

El primer paso de la capacitación consistía en aprender a volar un globo, para ello, primero tenía que asegurarse que había suficiente aire caliente en su interior, luego debía verificar que a los lados del globo estuvieran atados suficientes sacos de arena los cuales servían como lastre, después, para iniciar el ascenso, tenía que empezar a liberar poco a poco los sacos, hasta que el enorme globo se empezara a elevar, mientras más peso quitaba, más alto subía el globo.

Este ejemplo también se puede aplicar a nuestra relación con Dios. Al iniciar nuestro andar con Dios, debemos entender que conforme permitimos que el Señor tome el control de nuestras vidas, liberándonos de nuestros malos hábitos, más y más nos acercamos a Él.

En Hebreos 12:1 y 1 Juan 2:15, se expresa ese mismo principio; cargar con el peso del pecado dificulta nuestro andar con Dios.  El apóstol Juan escribió que no podemos amar a este mundo y a Dios al mismo tiempo.  ¡Cuántas veces hemos comprobado por experiencia, lo cierto que es esto!

  1. Nuestras malas acciones, los errores y las preocupaciones por cosas temporales, impiden que nos elevemos a lugares donde Dios desea que estemos.  Al despojarnos de estos lastres, experimentaremos el gozo edificante de la comunión con Jesús.
  2. Si no estás cerca de Dios como antes, seguro has notado la diferencia y tu vida ha perdido propósito.

HG/MD

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros” (Hebreos 12:1).