Lectura: Habacuc 3:11-19

Sé que lo has pensado muchas veces: “vivir en este mundo es bastante difícil”.  Quizás en ocasiones hasta hayas dicho: “¿Dónde está Dios? ¿Él sabe por lo que estoy pasando?”

Y es que en verdad muchas veces pareciera que la injusticia está triunfando y que Dios no está haciendo nada.  Pero cuando eso sucede, lo importante es entender que los problemas nos afectan en la medida que nosotros dejamos que nos controlen.  El profeta Habacuc tuvo una actitud digna de imitar, él decidió regocijarse.

Habacuc experimentó en carne propia los errores espirituales y morales de su pueblo Judá y esto le afectaba mucho.  Cuando comprendió la manera en la cual Dios les iba a reprender, le afectó aun más, ya que Él iba a permitir que recibieran una durísima lección a manos de una nación malvada, Babilonia.

Sin embargo, luego de meditarlo pudo entender que todo estaba bajo el control y soberanía de Dios; partiendo de ese punto, pudo concluir su libro con palabras esperanzadoras: “con todo, yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18).

Aunque no tenía del todo claro cómo sobreviviría Judá, Habacuc había aprendido a confiar en el Señor en medio de la injusticia, el sufrimiento y la pérdida. Viviría por su fe puesta solo en Dios. Junto con esa clase de fe llegó el gozo del Señor, a pesar de las circunstancias que lo rodeaban.

  1. Nosotros también podemos regocijarnos en nuestras pruebas, tener una confianza inamovible en Dios y vivir en las alturas de su soberanía.
  2. Aprendamos a depender más de Dios y menos de nosotros mismos.

HG/MD

“Con todo, yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18).