Lectura: 1 Samuel 13:7-14

Ese día el hombre de negocios tenía una reunión muy importante a la cual no podía llegar tarde, pero casi como a la mitad de su recorrido, ¡lo que faltaba!, había una gran fila de autos detenidos en la autopista.

Así pasaron 10, 15, 30 minutos, y apenas si se movía la fila, y su ansiada reunión estaba a punto de comenzar, así que, en un acto de locura, este hombre de San Francisco, California, subió a la acera y empezó a sobrepasar autos velozmente; pero, como a los 500 metros encontró el motivo por el cual los autos no se movían, se encontraban detenidos debido a que dos de los tres carriles de la autopista estaban siendo reparados y tenían cemento fresco, incluida la acera.  Fue en ese momento cuando su lujoso automóvil se atascó; el conductor pagó un alto precio por su impaciencia: no llegó a la reunión, recibió una multa y su auto sufrió muchos daños debido al cemento en la carrocería.

La Biblia también nos dice sobre un rey a quien también le costó caro ser impaciente.  Debido a su ansiedad para que Dios bendijera a los israelitas en la lucha contra los filisteos, Saúl se apresuró y se equivocó haciendo algo que no tenía permitido.

Cuando Samuel no llegó en el momento acordado para ofrecer un sacrificio y así obtener el favor de Dios, Saúl se impacientó y desobedeció el mandato divino (1 Samuel 13:8-9, 13). Su falta de paciencia lo llevó a pensar que estaba por encima de la ley de Dios y a asumir la posición de sacerdote, lo cual estaba prohibido. Supuso que podía desobedecer a Dios sin padecer graves consecuencias por su impaciencia y equivocación.

Cuando Samuel llegó, lo reprendió por su desobediencia y profetizó que perdería el reino (vv. 13-14). La negativa de Saúl a esperar el desarrollo del plan divino lo hizo actuar con precipitación, y en su apresuramiento, perdió el rumbo (Proverbios 19:2). La impaciencia fue la demostración suprema de su falta de fe.

  1. Dios siempre te proporcionará su guía a medida que esperes pacientemente que lleve a cabo su voluntad.
  2. Recurre siempre a Dios, tanto en momentos buenos como en ocasiones donde no parezca tan sencillo hacer lo que sabes que es correcto.

HG/MD

“Tampoco es bueno hacer algo sin conocimiento, y peca el que se apresura con sus pies” (Proverbios 19:2).