Lectura: Proverbios 30:5-9

Una persona decidió hacer algo poco comprensible, le pidió a su jefe que le rebajara su sueldo a la mitad de lo que ganaba, con el fin de recibir un monto por debajo del salario mínimo.  Su jefe inmediatamente le preguntó la razón de aquella extraña petición, a lo cual respondió lo siguiente: “Jefe, si hago esto no tendré que pagar el impuesto sobre la renta al gobierno” Ello significaba que no aportaría en beneficio de las políticas militares de gobierno con las que no estaba de acuerdo.

Podemos estar o no de acuerdo con la forma en la cual este hombre actuó, y no estamos sugiriendo que lo hagas, pero sin duda este hombre estaba poniendo en práctica el compromiso que tenía con sus ideales.

Al leer sobre esta forma personal de actuar, podemos pensar en las palabras de Agur cuando expresó su preocupación sobre como actuamos con lo que poseemos: “no me des pobreza ni riqueza. Solo dame mi pan cotidiano; no sea que me sacie y te niegue o diga: “¿Quién es el Señor?”. No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:8-9).

Esta es una forma adecuada de ver el dinero, tan sólo como un medio que nos sirve para comprar o vender productos y no como un fin en sí mismo.  Si pensamos en el concepto que el hombre de la historia tenía sobre este recurso, concluimos que no era de tanta importancia si lo comparamos con sus ideales; el sabio Agur no quería ni mucha ni poca cantidad de dinero.  El Señor Jesús lo usó para su ministerio (Juan 13:29); a Pablo le daba igual (Filipenses 4:11-12).  El joven rico se aferró a él (Lucas 18:23).  Ananías y Safira murieron por su causa (Hechos 5).

  1. ¿Cuál es tu relación con el dinero? ¿Lo usas o te controla? ¿Es tu siervo o tu amo? Sin duda, no podemos servir a dos señores, es a Dios o a las riquezas (Lucas 16:13).
  2. El dinero es buen siervo pero también es un terrible amo.

HG/MD

“Ningún siervo puede servir a dos señores porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).