Lectura: Marcos 6:30-32; Salmo 4:7-8
Desde hace algunos años veo una serie donde se narran historias de personas que viven en lugares muy alejados de la civilización. En uno de los capítulos se narraba la historia de un hombre y su hijo quienes habían sido invitados a pasar algunos días con una de estas personas, con el fin de ayudarle con trabajos en su casa.
Cuando llegaron al lugar de encuentro no había caminos; al menos, ninguno que el automóvil pudiera atravesar. Debido a ello el hombre que vivía en la montaña hizo arreglos para que uno de sus hijos los encontrara al final del camino con un pequeño carro arrastrado por un par de mulas.
Mientras se dirigían hacia la casa, empezaron a charlar con el muchacho y dentro de las preguntas que hicieron apareció la siguiente: “¿Qué hacen en el invierno? —ya que sabían que en esa zona los inviernos eran largos y duros, y que la casa no tenía electricidad ni teléfono; sólo una radio satelital— ¿Cómo lo soportas?”
“Bueno en realidad —dijo lenta y pesadamente—, me resulta muy agradable”.
Al ver esto no puedo dejar de pensar que vivimos en medio de días inundados de tensiones, anhelando tener paz y tranquilidad. Hay demasiado ruido por todas partes y gente en exceso a nuestro alrededor. Queremos ir “a un lugar desierto, y descansar un poco” (Marcos 6:31). ¿Podemos encontrar un lugar así?
- La respuesta es sí. Cuando dedicamos unos momentos para reflexionar acerca del amor y la misericordia de Dios, y le entregamos nuestras cargas, en ese sitio tranquilo de la presencia del Señor encontramos la paz que el mundo nos ha quitado.
- Dedica algunos minutos de tu día para estar en un lugar tranquilo, un momento fuera del ruido del mundo para pasar tiempo a solas con Dios, verás los resultados pronto.
HG/MD
“Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba” (Lucas 5:16).
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