Lectura: 2 Timoteo 1:15-18
Recibimos muchos pero muchos mensajes en el transcurso del día, ya sea por redes sociales, a nuestro correo electrónico, o por medio de nuestra página de contacto; en uno de esos mensajes recibidos nos escribían para que oráramos por la salud de un ministro, la persona que escribió decía: “Hasta los siervos de Dios, necesitan que oren por ellos”.
Esta persona tiene completa razón. En un momento dado todos necesitamos del aliento de otra persona. Hasta el valiente y espiritual apóstol Pablo requirió el apoyo de otros creyentes, mientras pasaba muchos de sus días esperando un juicio y finalmente esperando su ejecución. Esto quedó plasmado en 2 Timoteo 1:16, cuando reconoció a la familia de Onesíforo, su buena voluntad y pidió bendiciones para ellos, “porque muchas veces me reanimó y no se avergonzó de mis cadenas”.
Onesíforo lo buscó y finalmente lo halló, resultando esto en motivo de aliento para Pablo en medio de sus encarcelamientos en Roma; y no sólo hizo esto en Roma, también lo había demostrado en Éfeso. Pablo pide al Señor un reconocimiento especial hacia esta familia extraordinaria. Del mismo modo, todos los que de una u otra forma estamos involucrados en un ministerio, agradecemos y pedimos por todas las personas que nos apoyan y oran por quienes le sirven al Señor.
Muchos están buscando un poco de aliento de un amigo creyente. Nunca sobra un saludo agradable, pronunciar bendiciones, decirle a un hermano que estamos orando por él, compartir un versículo o una simple oración, con lo cual hacemos maravillas en el ánimo de una persona.
- Imitemos el ejemplo de Onesíforo. Seamos de bendición para otros.
- Las palabras amables suenan maravillosas en un corazón entristecido.
HG/MD
“El Señor conceda misericordia a la casa de Onesíforo porque muchas veces me reanimó y no se avergonzó de mis cadenas” (2 Tim.1:16)