Lectura: Salmos 119:97-104

La meditación en la Palabra de Dios no tiene que terminar cuando concluye el devocional.  Uno puede continuar la bendición llevando consigo las escrituras durante todo el día.

Algunas personas memorizan un pasaje, lo escriben en una tarjeta, lo guardan en su teléfono, o lo publican en sus redes sociales, esto para poder leerlo cuando tienen unos momentos libres.  Un ingeniero usa sus recesos para seguir reflexionando en la Palabra de Dios.  Algunas amas de casa pegan versículos en sus neveras.  Otros camioneros colocan porciones de la Biblia en el tablero de instrumentos y podríamos seguir escribiendo innumerables formas de tener presente el versículo diario.

Se cuenta la historia de una brillante estudiante universitaria que se ofreció como voluntaria para trabajar en un campamento de una iglesia y la tarea que le asignaron fue pelar papas.   Una amiga que admiraba su inteligencia le dijo: “¡Qué pena que tuvieses que terminar pelando papas!” Ella le contestó: “No tengo que pensar en las papas mientras las pelo, así que pienso en mí versículo del día”.

El salmista indicó que no leía la Palabra de Dios y se olvidaba enseguida de ella, sino que meditaba en ella todo el día (Salmos 119:97).  De la misma forma, el hombre bienaventurado del Salmo 1 reflexionaba en la Palabra de Dios, “de día y de noche” (verso 2).  Y cuando la Palabra de Dios está en nuestras mentes desde la mañana hasta la noche, seremos más propensos a obedecerla y mucho menos a desobedecerla.  Ese es el valor de la meditación continua.

  1. Leer la Biblia sin meditar en ella, es como comer sin masticar.
  1. Ponte como meta inicial meditar al menos 10 minutos adicionales, a los que pasas leyendo tu primer lectura diaria de la Biblia.

NPD/DCE