Lectura: Filipenses 3:13-21

Cierto empresario tenía fama de guardar casi todo lo que pasaba por su escritorio – en especial la correspondencia. En consecuencia, los archivos de su oficina estaban repletos. Un día su secretaria preguntó si podía deshacerse de todo el material viejo e inútil. El hombre estuvo renuente, pero finalmente dijo, “Bueno, está bien, pero asegúrate de sacar una copia de todo antes de echarlo.”

Ésa es la manera en que algunos cristianos manejan sus pecados. Saben que Jesús pagó el precio, pero de alguna manera no pueden soltar la culpa. Es como si el sufrimiento de Cristo no fuera suficiente, y deben contribuir con algo de su propia angustia lamentándose continuamente por sus fracasos. Quieren guardar copias de todo lo que han hecho. ¡Qué tontería!

Nada de esto quería el apóstol Pablo. Él aceptó como un hecho culminado la eliminación de toda su culpa delante de Dios porque la muerte de Cristo le había puesto el sello de PAGADO LA TOTALIDAD a su cuenta. El recuerdo de los días pasados se mantenía vívido, pero no lo abrumaba.

Todo lo que nos sucede queda retenido en ese extraordinario sistema de archivos llamado “memoria.” Una sabia mala memoria basada en el sacrificio expiatorio de Cristo puede evitar que todo sentimiento de culpa abarrote nuestra vida.

1. ¡Perdónate, ya Cristo te perdonó!

2. ¡Elimina la memoria de tu pecado, aprende de tus errores, no los revivas!

NPD/DJD