Lectura: Salmo 63:1-8

En una plaza de comidas de un Centro Comercial, a uno de los restauranteros de comida rápida se le ocurrió la “ingeniosa” idea de hacer una promoción: “¡Come todo lo que puedas en 10 minutos y paga sólo la mitad del precio!”  Por supuesto fue toda una locura, después de probarlo, un cliente indicó: “Perdí el decoro y me llené la boca con comida en exceso. Me olvidé de mis buenos modales, […] y no tuve hambre el resto del día, ya que el ardor de estómago era terrible”.

En ocasiones suele pasar que tomamos nuestro tiempo devocional en la Palabra de Dios, como si fuera una comida rápida.  Leemos lo más rápido posible y no tomamos el tiempo para examinar si en realidad aprendimos mucho. 

Tal como sucede con la comida física, el alimento espiritual debe masticarse muy bien. Muchas veces, y en especial las personas que ya llevan algunos años en la fe, tienen la tendencia de leer con rapidez los versículos que ya han leído muchas veces.  Pero, cuando hacemos esto, no estamos aprovechando lo que Dios quiere mostrarnos, se nos olvida que la Palabra de Dios es viva y nos habla al corazón con la misma frescura que cuando la leímos por primera vez (Hebreos 4:12)

Me parece que, durante nuestro tiempo devocional, a veces tratamos la Palabra de Dios como si fuera un comedor exprés. La engullimos lo más rápido posible y luego nos preguntamos por qué no aprendimos mucho; lo cierto es que, ¡el alimento espiritual debe masticarse!  Desde hace mucho tiempo, es muy probable que los creyentes tengamos la tendencia de leer con rapidez los pasajes que ya hemos leído muchas veces; sin embargo, al hacerlo no aprovechamos lo que Dios desea mostrarnos.

  1. La única manera de obtener el máximo beneficio para nuestro bienestar espiritual, es meditar con calma lo que leemos en su Palabra, la Biblia, ¡alimento para el alma!
  2. Cuando no estamos creciendo en nuestro andar de fe, revisemos cómo están esos tiempos devocionales diarios con Dios, recordemos, ¡no es comida rápida!

HG/MD

“¡Oh Dios, tú eres mi Dios! Con diligencia te he buscado; mi alma tiene sed de ti. Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua” (Salmos 63:1).