Lectura: Éxodo 14:1-14

Cuando escuchas las palabras: “¡No te muevas!”, lo primero que viene a tu mente es, quiero moverme. A la gran mayoría nos gustar estar ocupados haciendo algo, o en movimiento, por lo que no moverse puede resultar algo antinatural.

Una lección que tuve que aprender con los años, fue que a pesar de lo complicada que parezca la situación frente a mí, debo detenerme, aceptar mis limitaciones, pedir ayuda si fuera necesario y esperar la voluntad de Dios. 

Ciertamente, esta es una lección difícil de aceptar debido al orgullo que reside en cada ser humano y por supuesto también en ti, pero este tipo de circunstancias son necesarias para mostrarte humildad, enseñarte a permanecer quieto, y a tener que depender de Él.

El pueblo de Dios Israel, tuvo que aprender esta lección cuando estuvo frente al Mar Rojo.  Los egipcios venían tras de ellos y no había escapatoria, estaban en el desierto sin protección, de un lado tenían el mar y del otro al ejército de Faraón, en esa situación Moisés les dijo: “¡No teman! Estén firmes y verán la liberación que el Señor hará a favor de ustedes. A los egipcios que ahora ven, nunca más los volverán a ver” (Éxodo 14:13).

Este principio de la Palabra de Dios, te debe recordar, que no has depositado la fe en tus propias fuerzas o en las de algún ser humano lleno de errores igual que tú, por el contrario, el objeto de tu fe radica en Dios en quien confías; a pesar de que en algunos momentos quieres salir corriendo desesperado, debes esperar en Él.

  1. ¿Estás en una situación donde te has visto obligado a estar quieto? Entonces tranquilízate, ora, pide ayuda si lo consideras necesario y finalmente acepta la voluntad de Dios.
  2. Los problemas siempre serán una oportunidad para obligarte a mirar hacia arriba en busca de la ayuda de Dios.

HG/MD

“Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra” (Salmos 46:10).