Lectura: 1 Reyes 19:9-13

Un profesor desafió a sus alumnos a que lo acompañaran a “desconectarse” por una tarde.

Aunque al inicio la mayoría aceptó rápidamente el desafío, cuando llegó el momento de dejar sus teléfonos en la Dirección, algunos empezaron a tener dudas sobre lo que habían acordado.  Pero luego de una charla de convencimiento de sus otros compañeros accedieron y se fueron con su profesor a realizar diferentes tareas en el campus, entre ellas hicieron una limpieza de las zonas verdes, luego se dirigieron a realizar visitas guiadas con alumnos de secundaria que querían conocer el campus.

Finalmente fueron al gimnasio donde se sentaron por 30 minutos para hablar sobre qué les había parecido el ejercicio. Muchos dijeron que había sido una experiencia maravillosa para calmarse y para desconectarse del ruido y la dependencia de la conectividad del teléfono.

En ocasiones necesitamos escaparnos de “otros ruidos”.  Cuando hacemos esto podemos entender lo que el Salmista dijo: “Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios…” (Salmos 46:10).  Una situación que ejemplifica esto es lo que vivió el profeta Elías al no encontrar al Señor en estruendoso viento, ni en terrible terremoto y el desafiante fuego (1 Reyes 19:9-13), pero luego que todo se hubo calmado, pudo escuchar la dulce voz de Dios en “un sonido apacible y delicado” (v.12).

Es común que nos encontremos viviendo entre el ruido de nuestro mundo, en las reuniones de trabajos, con amigos y familia, conversaciones, comidas, entre otros; realizar estas actividades con medida no está mal, sin embargo, cuando le abrimos las puertas al silencio de un tiempo a solas con Dios, descubrimos que esos pequeños tiempos son más dulces y entretenidos que cualquier cosa que hagamos en este mundo.

  1. Todos necesitamos tiempos apacibles con Dios para escuchar su dulce voz.
  2. Prueba desconectarte de vez en cuando y descubrirás un mundo maravilloso que te rodea.

HG/MD

“Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra” (Salmos 46:10).