Lectura: Jeremías 1:1-10

Hay dos simples palabras con las cuales nos ocultamos y evadimos responsabilidades, más aún cuando sabemos qué es lo correcto y lo que Dios aprueba; sabes cuáles son: “¡No puedo!”.

Todos hemos pasado por este tipo de momentos, algunos cuando se tienen que enfrentar a un público para hacer una presentación; cuando tenemos que asumir la culpa por algo malo que hicimos; o cuando no creemos estar capacitados para enfrentar uno de los tantos desafíos de la vida; o no somos capaces de otorgar un perdón inmerecido pero necesario.

Por aterradores que parezcan esos momentos y sentimientos, nunca debemos dejar que la autoprotección o la cobardía nos hagan desviarnos del camino que Dios considera correcto para nuestras vidas.

En nuestra lectura devocional, leímos de Jeremías, a quien Dios había preparado para que fuera un “profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).  Sin embargo; al escuchar los planes que Dios tenía para él, inmediatamente empezaron los “no puedo”: “He aquí que no sé hablar, porque soy un muchacho” (v.6).  Nunca se nos dice cuántos años tenía Jeremías, pero eso no le importó a Dios.  Él no aceptó sus “no puedo” y en lugar de ello proveyó lo que Jeremías necesitaba; Su capacitación: “y todo lo que te mande dirás” (v.7); Su presencia: “porque yo estaré contigo para librarte” (v.8); y le dio las palabras que tenía que decir: “He aquí, pongo mis palabras en tu boca” (v.9).

Hoy contamos con un privilegio que Jeremías nunca tuvo, su Palabra, la Biblia completa, ahí encontramos su capacitación, su presencia y sus palabras, Dios nos ha provisto de muchas herramientas de edificación y crecimiento, ¿qué estás haciendo con ellas? Debes dejar de decir: “no puedo”, habla con Dios cada día y reúnete con otros que también estén dispuestos a reconocer sus limitaciones, los “no puedo”, y dejar que Dios tome el control.

  1. Si todo esto que acabas de leer te parece imposible, bienvenido al mundo de Dios; al trabajar para Dios nunca estarás sólo, Dios estará actuando a través de ti.
  2. El llamamiento de Dios siempre viene acompañado de personas que te ayudarán en tu camino, y de la presencia de Dios cada día.

HG/MD

“No tengas temor de ellos, porque yo estaré contigo para librarte, dice el Señor” (Jeremías 1:8).