Lectura: Gálatas 6:1-10

El pequeño Santi estaba ayudando a su papá a limpiar el jardín de la casa.  Para ese momento ya habían pasado un par de horas, así que cuando su papá le pidió que llevara una bolsa llena de hojas al lugar de la basura, el niño no aguantó más, se dio vuelta hacia él y le dijo: “¡No puedo hacerlo todo!”

Quizás te sientas así a veces con las tareas que Dios te ha llamado a hacer. Es fácil sentirse abrumado por las actividades en la iglesia, testificar de Cristo, criar una familia, estudiar, o un trabajo muy exigente. Tal vez en ese momento suspires exasperado y ores diciendo: “Señor, ¡no puedo hacerlo todo!”.

Pero, las instrucciones de Dios indican que sus expectativas no deben abrumarnos. Por ejemplo, al tratar con otros se incluye esta advertencia: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, tengan paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).  Dios sí entiende nuestras limitaciones.

Otro pasaje que también hace referencia a nuestros quehaceres nos dice: “Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).  No te equivoques, este pasaje no habla de perfección o de hacer las tareas para impresionar a los demás, sino simplemente de que lo honremos con nuestro trabajo.

Para finalizar veamos otro ejemplo: “Así que, examine cada uno su obra, y entonces tendrá motivo de orgullo solo en sí mismo y no en otro” (Gálatas 6:4). No hacemos obras para competir con los demás, sino simplemente para cumplir con nuestra responsabilidad.

  1. Dios nos ha equipado para hacer exactamente lo que desea que hagamos… ¡y sin duda, eso no es hacerlo todo!
  2. Lo que hagas hazlo bien, no porque esperas que te reconozcan por ello, sino con un espíritu de servicio y amor por el Señor.

HG/MD

“Así que, examine cada uno su obra, y entonces tendrá motivo de orgullo solo en sí mismo y no en otro” (Gálatas 6:4).