Lectura: 1 Corintios 9:7-23
Habían pasado cuatro años de tratamiento de diálisis, por lo que definitivamente estaba en la lista para trasplantes de riñón. El panorama no era el mejor, pues cada semana era extenuante y no aparecían donantes compatibles con ella, su tiempo se estaba agotando. Un día apareció un hermano al que no había visto desde hacía muchos años, quien luego de realizarse los exámenes respectivos, resultó ser compatible, lo cual parecía un milagro.
Pero el hermano perdido puso condiciones, él estaba dispuesto a darle un riñón como regalo a su hermana, pero quería 5.000 dólares por la tensión que todo aquello le iba a causar. La hermana estaba profundamente ofendida por la aparente “motivación” financiera de su hermano, así que decidió rechazar sus condiciones y decidió seguir corriendo el riesgo de esperar un nuevo donante compatible, a pesar de que contaba con esa cantidad de dinero.
Esta historia nos enseña dos principios espirituales que encontramos en la lectura de 1 Corintios 9. El primer principio nos habla del derecho que tienen las personas a ser compensadas por su sacrificio personal (1 Cor.9:14). El segundo nos habla de la decisión voluntaria que han hecho algunas personas, de realizar acciones por otros sin una recompensa económica (1 Cor.9:18). En el caso de Pablo, al compartir el evangelio escogió la segunda forma de hacer las cosas, y lo convirtió en la marca indeleble de su testimonio y forma de vivir la vida cristiana. Lo que esperaba con esta actitud era que los Corintios pudieran ver su ejemplo de fe y amor, sin que existiera una relación monetaria.
- Ninguna de las dos posiciones es mejor que la otra, son igual de validas; ya sea el que recibe una retribución por su trabajo esforzado y honesto, como quien de corazón comparte con otros su fe de manera gratuita, pues sus ingresos vienen de otras fuentes. Todos necesitamos comer y vivir de una forma digna. Ambas formas de actuar son dignas si son motivados por el amor al Señor.
- Diferente a estas dos posiciones, es “servir” al Señor ambicionando el dinero que se puede recibir, sin cansarse de querer tener más cada día. Esas son del tipo de personas de las que Jesús advierte en Mateo 7:21-23: “¡Apártense de mí, obradores de maldad!”.
HG/MD
“Y todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”. 1 Corintios 9:23.