Lectura: Salmos 19:1-6

“Vale la pena mirar hacia arriba de vez en cuando, quizás veas las huellas de la mano del Creador”.  Esta frase la decía la señora Williams, una profesora de ciencias quien siempre les daba a sus alumnos ese consejo.

Ella era una mujer que amaba la creación de Dios y sabía las maravillas que se podían ver en los cielos; decía que, aun a simple vista se podían observar desde los satélites artificiales, una estrella fugaz, o hasta incluso identificar las marcas de la luna.

La señora Williams habría sido una buena salmista.  Este tipo de emoción era el que posiblemente sentía el rey David por los cuerpos celestes, para comprobarlo leamos lo siguiente: “No es un lenguaje de palabras ni se escucha su voz; pero por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Salmos 19:3-4).

Ni la señora Williams, ni el rey David, tenían la más mínima intención de adorar a la luna o a las estrellas, sino más bien dar gloria a la mano del Creador que está detrás de ellas, tal como lo dice el primer verso del salmo 19: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.

Detente, observa hacia arriba y todo lo que te rodea, reconoce la mano de Dios en todo cuanto existe, reconoce y da gracias de que ese Creador increíble quiere que seas parte de su familia, hoy puede ser ese día, ¿qué esperas?

  1. Toda la creación declara que detrás de ella hay un Dios real y que no somos obra de la casualidad.
  2. Dios, gracias por tu creación maravillosa y por todas tus bendiciones inmerecidas.

HG/MD

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).