Lectura: Salmo 19:1-6
Creo que la mayoría de nosotros cuando éramos niños pasamos una parte de nuestra infancia mirando el cielo tratando de ver las estrellas y los cráteres de la luna.
Muchos siglos antes, un pastorcito judío también miraba el cielo nocturno y se maravillaba con lo que podía ver en un cielo sin contaminación. Él no tenía aplicaciones que le dijeran la posición de las estrellas o sus nombres, y por supuesto no tenía unos binoculares ni un telescopio que lo ayudaran, pero sí disponía de algo más importante: una relación personal con el Dios vivo.
Imagina las ovejas balando en el campo mientras David contemplaba el cielo lleno de estrellas; esto le sirvió de inspiración para que más adelante en otra etapa de su vida escribiera: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día, y una noche a la otra declara sabiduría” (Salmo 19:1-2).
Debido a nuestras múltiples ocupaciones y actividades, podemos olvidarnos muy fácilmente de sentirnos extasiados ante la belleza celestial que nuestro Creador ha preparado para nuestro disfrute y su gloria.
- Cuando dedicamos tiempo para mirar el cielo nocturno y maravillarnos de lo que vemos, logramos entender más de Dios, de su poder y gloria eternos.
- Es increíble acostarse en el suelo en un lugar libre de luz y contaminantes, para poder ver el cielo y las estrellas que hizo nuestro Creador.
HG/MD
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día, y una noche a la otra declara sabiduría” (Salmo 19:1-2).
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