Lectura: Colosenses 1:9-14

Es una costumbre que se repite desde hace ya varios años. Se trata de un grupo de personas que se reúne una vez al año, y que tienen una cosa en común: son ex deportistas que han asistido a unas olimpiadas.

Casi todos ellos están de acuerdo con que uno de los principales honores que han tenido es representar a su país en unas olimpiadas; esto sin duda marcó sus vidas y les abrió muchas puertas, colocándolos a la vista del público gracias a los medios de comunicación.  Uno de ellos compartió como esta experiencia cambió su vida: “Estas representando a tu país y a todo lo bueno que el deporte representa”.

Como creyentes compartimos también una marca distintiva que nos hace diferentes a la mayoría y es más importante que asistir a cualquier evento o ganar el oro olímpico; lo que nos hace diferentes es Cristo en nosotros.  Decimos ser seguidores de Jesús, somos siervos del Señor.  Es por ello que el apóstol Pablo desafía al creyente en la fe “para que anden como es digno del Señor…” (Col.1:10a).  Motivó a los creyentes para “que produzcan fruto en toda buena obra y que crezcan en el conocimiento de Dios” (Col.1:10b), esto para que muestren en sus vidas el carácter de Cristo, la paciencia, el gozo y las acciones de gracias. (Col.1:11-12).

Nuestra conducta no debe ser guiada por expectativas que procedan de nuestras ambiciones egoístas, ni de personas que buscan solamente cosas temporales, deben venir del Señor, quien nos ha dado vida estando muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1-5).  Ahora que has entregado tu vida a Cristo, en lugar de estar pendiente de lo que otros pensarán, debes celebrar el honor que has recibido inmerecidamente: “Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

  1. Vive de acuerdo con el regalo de vida que has recibido.

 

  1. Celebremos y agradezcamos el honor de ser llamados hijos(as) de Dios.

HG/MD

“Para que anden como es digno del Señor a fin de agradarle en todo; de manera que produzcan fruto en toda buena obra y que crezcan en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).