Lectura: Mateo 14:22-33

De niños muchos de nosotros tuvimos algunas noches de insomnio y de miedo.  La razón: vimos alguna película o serie de terror, o en un campamento nuestros amigos estuvieron contando historias de miedo.

Al pensar en el miedo infantil como sentimiento, recordamos que cuando las dificultades golpean a nuestra puerta, el miedo no es el mejor amigo. Impide que avancemos y que hagamos lo correcto, afectando en muchas ocasiones nuestra relación con Jesús.

En nuestra lectura devocional leímos la historia sobre los discípulos cuando enfrentaban el mar embravecido que amenazaba con hacerlos naufragar, estaban aterrados, llenos de miedo y en ese preciso momento apareció el Señor Jesús, caminando sobre el agua, diciéndoles: “¡Tengan ánimo! ¡Yo soy! ¡No teman!” (Mateo 14:27).

Y cuando sus seguidores estaban encerrados en un cuarto y muertos de miedo después de su crucifixión, se les apareció y preguntó: “¿Por qué están turbados, y por qué suben tales pensamientos a sus corazones?” (Lucas 24:38).

Las pruebas eran inevitables, y por eso les declaró: “En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33).   

Entonces, el principio para aprender es claro, el antídoto contra el miedo es confiar en la presencia y el poder del Señor.

  1. Comprender que Dios está con nosotros nos permite descansar tranquilos.
  2. Mantengamos los ojos puestos en Jesús.

HG/MD

“En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33).