Lectura: Salmos 111:1-10

Quizás, una manera de apreciar el plan de Dios en nuestras vidas es utilizando la imagen de un espejo retrovisor.  Cuando uno mira por estos dispositivos es capaz de ver lo que quedó atrás y también lo que podría aproximarse.

Entonces, al mirar por el espejo retrovisor de la vida, quizás nos sea más sencillo entender por qué Dios nos ubicó en un determinado barrio, o cómo Dios permitió que conociéramos a ciertas personas, por qué permitió que viviéramos ciertas circunstancias, nos llevó a diferentes lugares, y nos dio diferentes profesiones y trabajos.

Cuando reflexionamos con respecto a la travesía que hemos realizado y lo que hemos dejado atrás, una nota de esperanza debe saltar en nuestros corazones al sabernos cuidados por Dios y tener la certeza de que Él siempre estuvo presente (Salmos 92:4).

Este espejo también nos permite ver lo que se aproxima para los creyentes, y en ocasiones eso puede resultar algo nublado y aterrador; sin embargo, está bien sentirse nervioso por el futuro, pero lo que no está bien es congelarse y no reaccionar ante el desafío que tenemos por delante (2 Corintios 4:8-10).

Mirar más detenidamente por ese espejo retrovisor, también nos debe llenar de esperanza por el encuentro con Dios que ahora quizás percibimos a la lejanía, pero podría estar más cercano, tal y como lo dicen algunas leyendas de nuestros retrovisores: “los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen”.  Su regreso es inminente y más cercano de lo que creemos (1 Tesalonicenses 4:13-18).

  1. Detengámonos y miremos un momento en el espejo retrovisor de nuestras vidas, agradezcamos por todo lo vivido, por lo bueno y por las lecciones aprendidas de nuestros errores, y recordemos que nunca estuvimos solos (Hebreos 13:5-6)
  2. En este año que recién inicia, recordemos que cada día estamos más cerca de su regreso.

HG/MD

“Estamos atribulados en todo pero no angustiados; perplejos pero no desesperados; perseguidos pero no desamparados; abatidos pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).