Lectura: Salmos 42:1-11

Se dice que la mayor parte de su vida adulta, el famoso compositor alemán Ludwig Van Beethoven, vivió con un temor constante de quedarse sordo.  Tan sólo imagina cuando su temor se convirtió en realidad, fue perdiendo poco a poco su audición hasta el punto en el que sólo podía comunicarse por escrito.

Pero lo más asombroso de esta historia, es que fue luego de que perdiera su audición, que este gran compositor escribió sus más reconocidas obras maestras.  Algunos dicen que, separado de las distracciones del sonido, al menos de este mundo, nuevas y maravillosas melodías brotaron de su mente, y por medio de la pluma fueron plasmadas en sus partituras; su sordera se había convertido en una bendición, aunque para la mayoría hubiera sido una maldición.

De esta misma manera, los creyentes pueden encontrar gozo y esperanza en medio de las noches de tristeza y soledad, debido a Su gracia inesperada que llega en el momento preciso.  Cuando Dios nos separa de las cosas de este mundo, no es para frustrarnos, es para que podamos apreciar de una mejor forma las incomparables armonías del cielo.

No debemos desesperarnos, tal como dice el salmista: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1), y para reconfirmar este principio también escribió: “De día mandará el Señor su misericordia; y de noche su canción estará conmigo, la oración al Dios de mi vida” (Salmos 42:8).

  1. Nuestro Dios es el más grande compositor de todos, y si esperamos que nos dé su música, descubriremos que no hay canción más dulce que sus “melodías de medianoche” (Job 35:10).
  2. Cuando conviertes tu preocupación en oración, Dios convierte la melodía de tu pena de medianoche, en la música más esplendorosa.

HG/MD

“De día mandará el Señor su misericordia; y de noche su canción estará conmigo, la oración al Dios de mi vida” (Salmos 42:8).