Lectura: Isaías 1:10-20

El profesor de Biología decidió hacer un experimento con sus estudiantes. Utilizó elementos muy cotidianos para mostrar la realidad de la vida microbiana y sus consecuencias, enseñándoles de paso la importancia del lavado de manos.

Todo empezó cuando tomó una muestra de sus manos al ingresar en el aula del laboratorio; posteriormente la trasladó a un medio de cultivo (un ambiente donde se propicia el crecimiento bacterial).  Luego de pocos días volvieron a examinarla; pudieron observar todas las bacterias que habían salido de las manos del profesor y que pudieron haberlo enfermado si las hubiese ingerido con los alimentos.

A pesar que muchas personas si se cercioran de lavarse sus manos antes de comer, no tienen el mismo cuidado cuando se trata de otro tipo de contaminación que acarrea consecuencias más graves.  Deberían prestar atención a las palabras de sabiduría que escribió Isaías en la lectura que hicimos hoy.

El profeta le mostró a su pueblo las evidencias visibles de su corrupción, los culpó de la desintegración de su sociedad, y les dijo que todo aquello era consecuencia de su contaminación moral y por supuesto espiritual.  Su propósito era tan sólo obtener recompensas temporales y egoístas, les importaba poco la justicia y por ende la misericordia, habían preferido amar más las riquezas materiales que a las personas con las cuales vivían.  No es de extrañar que Isaías les dijera enfáticamente: “Lávense, límpiense, quiten la maldad de sus acciones de delante de mis ojos. Dejen de hacer el mal” (Isa.1:16)

Cuando leemos estas palabras no vemos mucha diferencia entre ese mundo y el mundo actual. Sin embargo, no todo está perdido, detrás de las palabras de este profeta está el amor de Dios, ya que parte de su labor es también mostrarnos cuán apartados estamos de lo que es correcto, e indicarnos las consecuencias terribles si continuamos por ese camino de perdición.  Nos invita a ser cuidadosos en nuestro andar y no dejar que cosas malvadas entren en nuestros corazones y nuestras mentes.

  1. El amor de Dios es tan grande, que aun en tu momento más sombrío está ahí, esperando por tu respuesta a su llamado al arrepentimiento.

 

  1. Debemos mantener fuera de nuestra vida, cualquier cosa que intente sacar a Cristo de nuestra mente.

HG/MD

“Lávense, límpiense, quiten la maldad de sus acciones de delante de mis ojos. Dejen de hacer el mal.”  (Isaías 1:16)