Lectura:  2 Reyes 6:1-7

El predicador Harold Springstead estaba conduciendo a lo largo de un camino rural para predicar en una pequeña iglesia de campo, cuando sintió una vibración repentina. Un neumático se había desinflado completamente.  Él tenía en ese entonces 78 años de edad, y maniobró su coche en dirección a una parada, en ese momento un camionero se detuvo detrás de él.  Se trataba de un hombre joven que saltó de su camión, evaluó la situación, y alegremente cambió el neumático.  El señor  Springstead era un tanto despistado y se enfocaba mucho en su labor de predicador y ni siquiera se había dado cuenta que no contaba con un gato hidráulico.  Este a pesar de ser un problema menor, para una persona de edad avanzada significa muchas complicaciones, sin embargo el joven le prestó la ayuda necesaria

El señor Springstead era un fiel servidor de Dios, y aunque se había pensionado seguía ayudando a la obra de acuerdo a sus limitaciones.  Podríamos pensar que Dios estaría demasiado ocupado con  problemas más grandes y más importantes, como para estar preocupado por un pinchazo del auto de un viejo predicador. Pero su promesa de proveer a las necesidades de su pueblo abarca también este tipo de cosas pequeñas, así como grandes.  Aunque no es excusa para descuidar la seguridad y la prudencia, en ocasiones por la premura de tiempo cometemos este tipo de errores, que nos pueden incomodar y hasta hacernos reaccionar de una forma no apropiada.

El mismo Dios que ayudó Eliseo a recuperar su hacha perdida (2 Rey. 6:5-7), y que suministró alimentos para una viuda fiel (1 Rey. 17:8-16), y que el produjo vino en una boda de pueblo (Jn. 2:1-10), es el mismo que satisface nuestras verdaderas necesidades también, no debemos confundirnos las necesidades reales, con deseos o aspiraciones egoístas, recordemos lo que dice Romanos 8:26-27.

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”

1. Piensa de nuevo estos días atrás.  ¿El Señor se ha hecho cargo de algunas de las necesidades de menor importancia en tu vida?  ¿Se ha solucionado algún problema persistente? ¡Qué esperas…Dale gracias!  Si no es así agradécele también pues Él conoce los motivos por los cuales esa situación incómoda continua en tu vida, recuerda lo dicho por Pablo en 2 Corintios 12:5-10, “…porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”
2. Nada es demasiado grande como para que Dios lo pueda llevar a cabo y nada es demasiado pequeño para que Él no le preste atención.

NPD/DCE