Mártires de la fe

En diciembre de 1934, John y Betty Stam fueron asesinados en China. Los Stam, que eran misioneros llenos de esperanza y con una gran expectativa por participar en el ministerio, vivían en un pequeño pueblo con su nueva bebé. El líder local les aseguró que se encontraban a salvo de los comunistas que estaban ganando terreno en China. Sin embargo, tres meses después de su llegada, el magistrado de la ciudad apareció para advertirles que las tropas comunistas se acercaban e instó a los Stam a que se fueran. Pero antes de que pudieran salir, las tropas llegaron. John, Betty y su hija fueron encarcelados.

Los Stam se vieron obligados a escribir cartas de rescate a los EE. UU. solicitando un dinero que nunca llegaría. Al día siguiente, fueron llevados a su muerte. Los Stam lograron poner a salvo a su hija la noche antes de morir; ella ahora vive en los Estados Unidos. La muerte de John y Betty inspiró a miles de nuevos reclutas misioneros.

14 He aquí estoy listo para ir a ustedes por tercera vez, y no les seré carga. Porque no busco las cosas de ustedes sino a ustedes; pues los hijos no tienen obligación de atesorar para los padres sino los padres para los hijos. 15 Sin embargo, de muy buena gana gastaré yo de lo mío, y me desgastaré a mí mismo por sus almas. Si los amo más, ¿seré amado menos?

2 Corintios 12:14-15

Hoy, el cuerpo de Cristo en China es más fuerte que nunca, y recordamos a los Stam y la obra que hicieron que resuena en la eternidad. Oremos por nuestros hermanos y hermanas en China, quienes arriesgan mucho por el ministerio de Cristo.

Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el crecimiento. El que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno recibirá su recompensa conforme a su propia labor.

1 Corintios 3:6-8

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