Lectura: 2 Corintios 5:1-8

Winston Churchill (1874-1965), el ex primer ministro británico, hizo peticiones concretas con respecto a su funeral. Pidió que comenzara con la reproducción de “Taps”, la señal militar tradicional que se toca al final del día o al final de la vida.  Pero cuando el funeral de Churchill ya había terminado, los asistentes se sorprendieron al escuchar a las trompetas tocar las familiares notas de la “Diana”, la cual es tocada a la hora del amanecer o para llamar a las tropas a la acción al comienzo de un nuevo día.

El final de la vida es, en similar en algunos aspectos, al final de un día. El viaje de la vida es largo. Es cansado.  Anhelamos que nuestros trabajos terminen y que los sufrimientos tengan fin.  Al final nos encontremos con la oscura noche de la muerte del día. Pero gracias a Dios, la mañana con su luz se acerca. Una vida maravillosa se ​​encuentra justo por delante del viajero creyente cansado y con ansias de llegar al hogar. Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor (2 Cor. 5:8).

Por esta razón Jesús dijo: «Yo soy la estrella brillante de la mañana” (Apocalipsis 22:16), Él es el que hizo posible la aurora gloriosa que le espera a todo aquel que cree en Él .

Debemos estar contentos de que podamos tener la certeza de la vida eterna con Cristo.  El final de la vida aquí en este mundo marca el amanecer de un nuevo y maravilloso día en la presencia del Rey de reyes y Señor de señores.

1. Debes poner tus ojos más allá de la noche de dolor en la cual en ocasiones nos encontramos, pon tu fe y mira hacia la luz del amanecer que tenemos en Cristo.  El poeta y escritor costarricense Isaac Felipe Azofeifa, nos dice en un bello poema: «De veras, hijo, ya todas las estrellas han partido, pero nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer».

2. El final de la vida del creyente es el comienzo de una vida mucho mejor.

NPD/DCE