Lectura: 1 Corintios 15:1-8

No sé si te has dado cuanta cuán rápido pasan de moda o se desactualizan las cosas.

Y es que hoy día los seres humanos vivimos en un mundo que va a toda velocidad, por ejemplo, anteriormente los jóvenes entraban a la Universidad, cargaban cuadernos, tenían que conseguir libros y material especial que en ocasiones sólo se conseguía en Bibliotecas de los Campus, mientras que ahora, es común que cada joven tenga una computadora portátil o teléfono inteligente, y que gracias al internet tengan acceso a toda una serie de recursos, lo que antes era tan sólo un sueño; y ni hablar de las clases virtuales, quién sabe que deparará el futuro tecnológico en materia de educación.

Teniendo esto en mente, es preciso decir que todo cuanto el ser humano crea tarde o temprano se deteriora o pasa de moda, de ahí la diferencia con las cosas eternas, tales como el Evangelio, el cual tiene más de 2000 años y se mantiene inalterado desde su expansión por parte de los primeros creyentes.

La esencia del Evangelio es: Jesús Hijo de Dios vino a la tierra, tuvo una vida perfecta, compartió con el mundo principios de vida que siguen tan actuales como cuando fueron pronunciados por primera vez; no obstante, pese a tan maravillosas enseñanzas y aun siendo inocente, fue condenado a muerte en una cruenta cruz, fue sepultado en una tumba prestada, y tres días después venció a la muerte resucitando (1 Corintios 15:1-4). 

Gracias a ello, llevó el peso del pecado de la humanidad sobre sus hombros, pagando el precio que había por tus errores (Romanos 3:23; 6:23), esto le dio la potestad de perdonar tus pecados y hacerte hijo de Dios al aceptar su regalo de salvación (Hechos 13:38-39).

  1. Permite que la historia más grande, jamás contada, una historia sin tiempo, venga a darte vida eterna.
  2. El Evangelio jamás se hace viejo.

HG/MD

“Además, hermanos, les declaro el evangelio que les prediqué y que recibieron y en el cual también están firmes” (1 Corintios 15:1).