Lectura: Lamentaciones 3:13-26

Iniciando desde la adolescencia, quizás una de las frases que nadie quiere oír es la siguiente: “Ya no te amo”.  Estas simples pero poderosas palabras ponen fin a relaciones, rompen corazones y destruyen sueños.  Y quienes han sido depositarios de estas palabras tratan de protegerse de futuros dolores del corazón, decidiendo que no van a volver a confiar en el amor de nadie.

En ocasiones, dentro de las consecuencias de estas rupturas amorosas, también está incluido Dios, a quién culpan por no haberles amado lo suficiente como para evitar que pasaran por esa situación.  Pero, realmente estas personas no entienden que el amor de Dios hacia nosotros es mucho mayor que cualquier amor humano que podamos encontrar en este mundo, y mejor aún, que no depende de sentimientos temporales.

El profeta Jeremías atravesó circunstancias devastadoras que lo destruyeron emocionalmente (Lamentaciones 3:13-20). Su propio pueblo rechazó sus continuas invitaciones a recibir el amor de Dios y a seguirlo. Desesperado, dijo: “Ha perecido mi fortaleza y mi esperanza en el Señor” (v. 18).

En su hora más oscura, el profeta Jeremías consideró el amor inalterable de Dios, y expresó estas maravillosas palabras: «Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias.  Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. “El Señor es mi porción”, ha dicho mi alma; por eso, en él esperaré» (Lamentaciones 3:22-24).

  1. Ciertamente existe la posibilidad de que una persona pueda prometer amarte siempre y, después, no cumplir su promesa; sin embargo, el amor de Dios permanece firme y seguro: “…porque el Señor tu Dios va contigo. Él no te abandonará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).
  2. Puedes confiar completamente en el amor de Dios.

HG/MD

“Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias.  Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:22-23).