Lectura: 2 Reyes 5:1-15

En estos tiempos se ha puesto de moda la palabra “influencer”, término que se puede entender como la persona con capacidad para influir sobre otras principalmente a través de las redes sociales, y normalmente tienen un estilo de vida bastante particular.

También hay otros tipos de “influyentes”.  En las listas por lo general figuran líderes políticos, empresarios de negocios, deportistas, y personas de la ciencia, las artes y el entretenimiento. No encontrarás el nombre de quienes les cocinan o limpian sus casas; sin embargo, quienes ocupan supuestas posiciones insignificantes suelen influir en aquellos a quienes sirven.

En nuestra lectura devocional leímos sobre Naamán, quien era un destacado comandante, y tuvo una relación muy cercana con dos reyes y un profeta de Dios (2 Reyes 5:1-15).

No obstante, fueron las palabras de unos siervos desconocidos las que guiaron a Naamán a curarse de la lepra, una enfermedad que cambia la vida y pone fin a cualquier carrera. Una joven criada a quien este hombre había tomado cautiva en Israel, le dijo a su esposa que un profeta de Samaria podía curarlo (vv. 2-3).

Cuando Naamán se enojó porque Eliseo lo había mandado a bañarse en el río Jordán, sus sirvientes lo instaron a obedecer las órdenes del profeta. Como resultado, el comandante recuperó la salud, y luego declaró: “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (v. 15).

Esta particular historia ilustra perfectamente nuestro papel como seguidores de Jesucristo. Se nos llama a ser personas influyentes de una manera totalmente diferente a lo que el mundo conoce, se nos llama a ser siervos del Señor quienes enseñan e influyen sobre los demás para presentarles cómo pueden llegar a conocer al que es verdaderamente importante: Jesús.

  1. ¿Qué clase de influencia eres para otros?  ¿Del tipo que influye para que escojan las cosas temporales de este mundo, o del que influye con su ejemplo para que otros conozcan al Dios verdadero?
  2. Influye con tu testimonio, influye con tu servicio a Dios y tu prójimo.

HG/MD

“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estoy allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará” (Juan 12:26).