Lectura: Juan 18:15-27
En plena Segunda Guerra Mundial, el entonces primer ministro de Reino Unido Winston Churchill (1874-1965), se dirigió a su país el 18 de junio de 1940, diciéndoles: “Hitler sabe que tendrá que destruirnos […] o perder la guerra […]. Por lo tanto, apuntalémonos […] y sostengámonos de tal manera que, si el Imperio Británico perdura por mil años, los hombres sigan diciendo: “¡Esa fue su hora de gloria!””. Sin duda el Sr. Churchill era un experto en levantar el ánimo de su pueblo.
Y es que a todos nos gustaría que nos recordaran por nuestra hora de gloria, por ejemplo: el día en que nos graduamos, el día en que conquistamos nuestro gran miedo o simplemente el día que acompañamos a nuestros hijos en el cumplimiento de sus metas.
Quizás el mayor momento de gloria en la vida del apóstol Pedro fue cuando proclamó: “…tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). No obstante, muchas veces permitimos que nuestros fracasos nos definan; en el caso de este hombre, luego de que varias veces le dijera a la multitud que no conocía a Jesús, salió y lloró amargamente (Mateo 26:75; Juan 18).
Tal como el apóstol Pedro todos hemos fallado de una u otra forma: en nuestras relaciones sociales, en nuestra lucha contra el pecado o en nuestra fidelidad a Dios. Pero, tal como lo reconoció el Sr. Churchill, debemos sostenernos entre nosotros y por supuesto apoyarnos de Dios. Nuestro Señor Jesús perdonó el fracaso del arrepentido Pedro (Juan 21) y lo utilizó para predicar y guiar a muchos hacia el Salvador.
- Fracasar no es el fin, es una manera de reconocer que necesitamos acudir a Dios quien gracias a su misericordia restaura a los que se vuelven a Él.
- Acude a Dios, Él siempre recibe a quienes reconocen sus errores.
HG/MD
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
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