Lectura: Números 9:19-23

Por diversas circunstancias de la vida, en los lugares en los que he vivido, estacionar siempre ha sido un tanto complejo.  No obstante, cuando aprendí a conducir, para el instructor no era una prioridad enseñarme a estacionar entre dos vehículos; posteriormente deseé que hubiéramos profundizado en esa habilidad.  Después de muchos años, aprendí a estacionar en lugares complicados y siempre dando marcha atrás en posición de salida, para cumplir con los estándares de seguridad tan importantes, debido que vivimos en un continente muy dado a los desastres naturales.

También, he tenido problemas para entender una frase que escuché cuando apenas iniciaba mi camino en la fe en Jesús, esa persona dijo lo siguiente: “Dios no puede conducir un automóvil estacionado”.  Desde ese momento, la frase ha retumbado en mi mente, y me desafía a poner mi vida en movimiento, con tal que Dios guíe mi camino por la dirección correcta. 

Es un concepto complicado, ya que en ocasiones Dios desea que permanezcamos “estacionados”, a fin de esperar el tiempo correcto y así de este modo cumplir Su plan; pero debemos comprender que esta es una situación temporal, pues su deseo final es que sigamos caminando por la ruta que Él nos ha trazado.

Lo anterior lo encontramos ejemplificado en varias ocasiones en la Biblia, la más evidente es el largo viaje de Israel por el desierto.  En momentos, Dios mantenía a su pueblo en un solo lugar, “cuando la nube se detenía muchos días sobre el tabernáculo, los hijos de Israel guardaban la ordenanza del Señor y no se ponían en marcha” (Números 9:19); esperar nunca es sencillo, pero en ocasiones Dios quiere que permanezcamos justo en un lugar específico en algún momento de nuestras vidas.  El salmista nos recuerda este principio de la siguiente manera: “Espera en el Señor. Esfuérzate y aliéntese tu corazón. ¡Sí, espera en el Señor!” (Salmos 27:14).

  1. Talvez en este preciso momento estés viviendo un momento en tu vida en el que todo parezca estático, detenido, sin aparente solución.  Este es el día para empezar a poner en práctica este principio, mantén tu corazón atento a Su guía, muy pronto, y quizás sin que te des cuenta, estarás nuevamente en marcha, listo para continuar tu camino junto al Salvador.
  2. Recuerda siempre que, en ocasiones Dios te ordenará detenerte o por el contrario que camines.

HG/MD

“Pacientemente esperé al Señor, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor.” (Salmos 40:1).