Mártires de la Fe
Escuela de Dios
Nijole Sadunaite, prisionera en una carcel de Lituania por su fe, años 30´s del siglo pasado
La atmosfera era sombria casi cruel. El tribunal de Lituania se estaba reuniendo a fin de dictar sentencia a Nijole Sadunaite. Su «crimen» como el de muchos otros, era ser cristiana en un país comunista.
Entonces el juez le ofreció una última oportunidad de hablar. Esperaba con ansias que la joven mujer rogara entre lágrimas pidiendo misericordia. Hasta quizás que renunciara a su absurda fe en Dios. Sin embargo, se iba a llevar una sorpresa.
No hubo lágrimas de Nijole. Su rostro estaba radiante y una bella sonrisa comenzó a formarse. Sus ojos se mantenían cálido, aun para sus acusadores.
«Este es el día más feliz de mi vida» dijo la condenada. «Me juzgan por la causa de la verdad y el amor hacia los hombres»
Ahora los ojos del tribunal estaban fijos en ella. «Tengo un destino envidiable, un destino glorioso. Mi condena aquí es este tribunal será mi triunfo supremo».
La pasión en su voz era inconfundible. «Solo siento que he hecho muy poco por los hombres. Amémonos los unos a los otros, y todos seremos felices. Solo el que no ama estará triste».
Quitó su atención del juez y miró con fijeza a los ojos de otros creyentes que observaban el juicio. «Debemos censurar la maldad, pero debemos amar al hombre, aun a aquel que está errado. Esto sólo lo pueden aprender en la escuela de Jesucristo.
Cuando vayamos a aprender sobre los perseguidos por la causa de Cristo, tomemos notas. La clase está en sesión. Desde la seguridad relativa de nuestros hogares y comunidades, leemos historias de mártires cristinos. Incluso hasta nos estremecemos mientras volteamos las páginas. Sin embargo, ¿estamos listos para matricularnos en la escuela de Jesucristo? ¿Estamos listos para estudiar hombro con hombro con los que han andado por el camino solitario de la opresión? Debemos aplicar lo que aprendemos de ellos acerca de la fe, el amor, la santidad y la resistencia. Solo cuando nos identificamos con los sufrimientos de Cristo a través de las esperiencias de otros podemos en verdad llamarnos «cristianos», que significa «Cristos en pequeño». Solo entonces estaremos preparados para pasar el examen.
Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma
Tomado de: Devoción Extrema, la Voz de los Mártires, pág.69