Lectura: Salmos 139:1-6

Dios todo lo sabe, entonces cuando oramos ponemos en palabras lo que Él ha sabido siempre.

Ahora te preguntarás: “¿Entonces para qué oramos?”  En realidad oramos para nuestro bien, ya que al hacerlo encontramos un alivio al decirle a alguien que nos conoce, los secretos y deseos más profundos del corazón, con la confianza plena en que no nos defraudará, no se reirá de nuestras palabras, ni las ignorará.

Lo importante es entender que la respuesta que nos dará el Señor, no surgirá de la información que le demos, sino en su perfecta voluntad y conocimiento de nuestras circunstancias.  Él sabe lo que fuimos, somos y seremos, y conoce cómo afectarán esas circunstancias a nuestra vida.

Cuando leemos Mateo 6:8, vemos lo que nuestro Señor Jesús nos dice al respecto: “…el Padre de ustedes sabe de qué cosas tienen necesidad antes que ustedes le pidan”.  Él conoce nuestros pensamientos, intenciones, deseos y “…todos mis caminos te son conocidos” (Salmos 139:3).  Sabe lo que angustia nuestro corazón, nuestros pesares, frustraciones y los enemigos que batallan contra nuestro ser.

Si entendemos quién es Dios, pensaremos dos o más veces, antes de pedirle cosas que de antemano sabemos son incorrectas, están alineadas a nuestros egoístas deseos, o que en nuestra inocencia creemos que son las mejores para nosotros.  Dios tiene todo el conocimiento, sabiduría y la fuerza, no le podemos enseñar nada, ni podemos doblarle el brazo.  El conoce el mejor camino, la ruta que más se adapta a quienes somos, y sabe que es lo que verdaderamente necesitamos.

  1. No podemos enseñar a Dios sabiduría, pero sí podemos confiar totalmente en Él y amarlo.
  2. Ciertamente Dios conoce el principio y el final, entonces le podemos confiar todo lo que está en el medio.

HG/MD

“¿Acaso se le enseñará sabiduría a Dios, siendo que él es quien juzga aun a los que están en lo alto?” (Job 21:22).