Lectura: Filipenses 1:12-18

Es muy fácil creer que, si obedecemos a Dios completamente, la vida tendrá menos complicaciones, o quizás tengamos una falsa confianza al creer que, si nuestra vida es muy tranquila, se debe a que le obedecemos.

A menudo asumimos que, si encontramos obstáculos en el camino, significa que estamos yendo en contra de la voluntad de Dios; en lugar de cuestionarnos a nosotros mismos, preferimos cuestionar a otros, y muchas veces a Dios mismo.

Es una falacia creer que, si obedecemos a Dios todo irá bien.  Ser dedicado a Dios implica que le sigamos aun cuando las cosas no parezcan ir tan bien.  Esto también se aplica al evangelio que avanza aun en medio del desastre y el sufrimiento.

El apóstol Pablo lo comprobó, ya que, aunque estaba encarcelado escribió bellas palabras de aliento a la iglesia localizada en Filipos; su meta era predicar el evangelio.  No se deprimió, ni cuestionó a Dios por encontrarse en esa situación por compartir el mensaje de salvación; más bien, sin importarle las circunstancias compartió el evangelio con sus apresadores; sus cadenas habían servido para el avance del Plan de Dios (Filipenses 1:12-14).

  1. Dios te ha dado una vida maravillosa y te ha brindado dones increíbles; es natural que te sientas feliz cuando esos dones te brindan satisfacción, pero ello no te exime de que en momentos cuando las cosas no van tan bien, los cuestiones.  No te engañes con esa falacia, Dios no elimina las dificultades de la vida, más bien las utiliza para tu beneficio y para Su gloria.
  2. Las aguas tranquilas no forman marineros hábiles.

HG/MD

“Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable” (2 Corintios 4:17).