Lectura: Colosenses 1:27-2:3

El cazador de tesoros deslizaba su detector de metales por una playa con la primera luz del día, con la sola compañía de una parvada de gaviotas que buscaban su desayuno.

Acostumbraba a realizar este tipo de expediciones rutinariamente y de vez en cuando se encontraba alguna alhaja o moneda perdida, aunque la mayoría de las veces hallaba desperdicios metálicos.  Sin embargo, ese día fue diferente, cuando se alistaba para terminar su detección y regresar a casa, el detector le avisó que había algo entre la arena y unas piedras.  

Con cuidado empezó a remover la arena y piedras, cuando de repente vio algo que resplandecía, parecía una piedra rojiza, siguió removiendo escombros y pudo divisar lo que era, se trataba de un anillo con una enorme piedra roja.  Esta joya fue valorada en medio millón de dólares y databa de la época de los conquistadores, la perseverancia por fin había dado resultados.

Si bien el tesoro de este hombre podría hacernos soñar con encontrar riquezas similares, los creyentes en Cristo debemos dedicarnos a una clase distinta de búsqueda de tesoros. Lo que rastreamos no es plata ni oro, lo que deseamos encontrar son las preciosas gemas del discernimiento para poder alcanzar “…toda la riqueza de la plena certidumbre de entendimiento, para conocer el misterio de Dios; es decir, Cristo mismo. En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” (Colosenses 2:2-3).

El tesoro escondido de conocer más al Señor se encuentra en la Biblia. El salmista dijo: “Yo me gozo en tu palabra como el que halla abundante botín” (Salmo 119:162).

  1. Así que, si lees la Palabra de Dios de forma apresurada y superficial, te perderás sus profundos conceptos. Esas verdades deben buscarse diligentemente, poniendo tanta atención como lo hace alguien que está buscando un tesoro escondido.
  • Cuéntame, ¿Estás ansioso por encontrar los tesoros guardados en las Escrituras? ¡Empieza a cavar!

HG/MD

“En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).