Lectura: Juan 14:1-7

A un amigo le hicieron algunos exámenes para determinar si tenía cáncer, por supuesto estaba muy nervioso por el resultado. Dentro de su intranquilidad pensaba si el microbiólogo estaba debidamente capacitado, si habían tomado la muestra de manera correcta, era algo a lo que nunca se había enfrentado y sentía mucho miedo al respecto.

Al finalizar los exámenes pudo descansar en su cama; luego de unas horas los resultados por fin estuvieron listos, y el doctor y su esposa llegaron a despertarlo, al verlos le solicitó a su esposa que le dieran la noticia: “Querido, no encontraron nada”.  Miró su rostro sonriente y se sintió como si le hubieran quitado un camión de sus hombros.  Eso era lo que necesitaba, recibir un abrazo y buenas noticias de alguien a quien amaba.

Si aún no te has dado cuenta, una seguridad similar está al alcance de todos quienes hemos depositado nuestra fe en Jesús.  Como creyentes podemos estar tranquilos al saber que cuando llegue el momento de partir de este mundo y dormir, al despertar estaremos en el cielo, y alguien a quien amamos, nuestro Señor Jesús, estará allí, y con nuestros propios ojos veremos a quien es nuestro amigo y no a un extraño (2 Corintios 5:8).

  1. ¿Tienes problemas para enfrentar la muerte? Jesús prometió estar allí cuando nos deslicemos de este mundo al siguiente. Dijo: “Y si voy y les preparo lugar, vendré otra vez y los tomaré conmigo para que donde yo esté ustedes también estén” (Juan 14:3).
  2. ¡Qué consuelo nos da a los creyentes saber que, después de la muerte, nos despertará un amigo perfecto! (Filipenses 1:21-26).

HG/MD

“Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor” (2 Corintios 5:8).